No enterarse

Artículo de opinión de Bartolomé Sanz Albiñana, doctor en Filología Inglesa.

Mientras los recién llegados al jardín de las delicias se dan codazos entre ellos, intentando hacerse sitio, para subir las escaleras y descubrir la siempre grata o amarga mansión del poder, quienes observamos el espectáculo descubrimos que estamos gobernados por políticos ignorantes, negligentes e incompetentes que ni saben ni quieren saber cuando se les pregunta sobre asuntos que, por el puesto que ocupan, debieran conocer a la perfección.

Un president de Cataluña que por fin comparece para declarar que no sabe nada de los tejemanejes de su durante tantos años mentor, ni tampoco de los de su familia. Una Tania Sánchez que no se entera de lo que pasaba en el Ayuntamiento de Arribas y que en estos momentos solo parece que le preocupa subir las escaleras deprisa para no quedarse descolocada en las próximas adjudicaciones legítimas. El presidente del gobierno español tampoco se ha esforzado en esta legislatura en hacer explícito su mensaje. Chaves y Griñán tampoco sabían nada del fraude de los ERE en Andalucía. Un miembro de Podemos, profesor universitario, que desconoce la ley por la que se rige. Otro miembro del mismo partido, también de la casta docente universitaria, que igualmente parece desconocerla, adorna su currículo y obtiene pingües ingresos. Todo normal.

Nadie sabe nada de los fraudes de los cursos paripé de formación: ni patronal ni sindicatos, ni la administración pública que los debiera controlar. Solo nos faltaba conocer el descontrol financiero, la gestión deficiente y opaca que busca eludir la fiscalización externa de nuestra Universidad con la creación de entes paralelos para marear la perdiz: Tribunal de Cuentas dixit. Un rey de Marruecos que no se entera de que no puede tener una cuenta en el extranjero y burlarse de sus súbditos.

España debe tratar muy mal a Botín y Alonso para que figuren en la lista Falciani de defraudadores. And last but not least, DSK también desconocía que las mujeres de sus cuatro orgías anuales eran prostitutas; creía que eran simples libertinas que buscaban el calor de su poder.

La capacidad de nuestros dirigentes por no enterarse de lo que pasa a su alrededor raya lo esperpéntico. Eso sí, en estas escenificaciones teatrales a las que nos vamos acostumbrando, lo importante por parte de los dirigentes es no perder nunca los papeles. Ante esta situación, el resto de partidos políticos se muestran amables y comprensivos, políticamente correctos, no sea que el bumerán cambie de trayectoria y les alcance inesperadamente. En realidad, están pensando en resultados, calculando escaños y pergeñando futuras coaliciones.

Si te atacan, la mejor estrategia es ignorar al atacante con tal de no perder peldaño. Lo primordial es ascender. Además, uno siempre está amparado por el deber del sigilo y puede negarse a dar explicaciones. Lo importante es encajar amablemente el golpe, no alterarse demasiado y esperar. Más pronto de lo que uno imagina, quien estaba libre de sospecha es imputado, porque en este país la picaresca no es un género literario de nuestro lejano Siglo de Oro, es una señal indeleble en nuestro ADN.

Y entre tanto desorden, a nuestros políticos lo que menos les quita el sueño en estos momentos es que el 27% de los españoles esté en riesgo de pobreza o exclusión. Al fin y al cabo, ninguno de los incluidos en ese porcentaje va a interponerse, “cum gladiis et fustibus”, en su carrera para conseguir, a codazos, una efímera parcelita de poder.

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