Las fiestas, cuando se pueda

Artículo de Opinión de Antonio Matarredona, Coordinadora Comarcal Pensiones Públicas 

La ansiedad por las fiestas, las celebraciones, la temeridad de  minusvalorar a un virus que demuestra su letalidad por la facilidad de contagio, por su virulencia y por los efectos secundarios. Las reuniones demasiadas veces no necesarias, y la excesiva confianza en saltarse las indicaciones de los sanitarios no respetando las distancias de seguridad o el uso de mascarilla.

El empeño egoísta en volver a una normalidad de «no pasa nada». Conduce a que acabe sucediendo el desastre, porque desastre es tener que cerrar la Universidad Politécnica de Valencia, más de 25.000 alumnos por una innecesaria fiesta, porque desastre es que ahora mismo Valencia enfrente su mayor rebrote, porque desastre es que esten en peligro los famíliares o allegados en muchos casos seguro personas de riesgo…

Hemos superado un año sin fiestas, hemos sobrevivido a un verano sin playa, y todo ello lo hemos podido hacer porque la alternativa es el vértigo del riesgo, de la enfermedad y sus consecuencias en demasiados casos demoledoras cuando no la propia muerte.

Si, en demasiadas ocasiones se nos hace sentir mal porque parece no está de moda extremar las precauciones, pues lo siento porque la relajación de demasiados nos ha traído de nuevo a unas cifras de afectados y fallecidos insoportables.

Porque las negligencias las pagamos a la postre todas y todos, pero más los que venimos con el lastre de «otras patologías» los llamados «de riesgo», y somos muchos aunque bastantes menos por desgracia después de haber logrado salir de la primera ola.

Y termino, olvidémonos de salir de la crisis brutal, de que se active la economía, con el virus por libre eso no va a ser posible, y no lo digo yo lo dicen varios ministros y el propio presidente, pero añado eso no es cosa de políticos, la derecha neoliberal aquí representada por el PP se equivoca al anteponer la economía, porque el virus no distingue, infecta, mata, destruye puestos de trabajo y para la actividad económica.

Seamos sensatos y esperemos a la eficacia de una vacuna, porque seguir por el camino que vamos es un suicidio colectivo.

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